En los últimos años, el interés por los psicodélicos como herramientas terapéuticas ha crecido en Estados Unidos. Nueva York se ha sumado a esta tendencia con una propuesta legislativa que busca legalizar el DMT, la psilocibina y la mescalina para uso médico y terapéutico. Estas sustancias, históricamente asociadas con rituales espirituales y recreación, están siendo reevaluadas por su potencial para tratar condiciones como la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Actualmente, estas sustancias están clasificadas como drogas de la Lista I bajo la ley federal, lo que significa que se consideran sin uso médico aceptado y con un alto potencial de abuso. Sin embargo, estados como Oregón y Colorado han dado pasos contundentes hacia su regulación. ¿Está Nueva York preparada para unirse a este movimiento? ¿Podrían estos compuestos revolucionar el futuro de la medicina psicodélica?
Los psicodélicos, también conocidos como alucinógenos, son sustancias que alteran la percepción, el estado de ánimo y los procesos cognitivos, de manera que pueden inducir experiencias que a menudo se describen como expansivas o transformadoras. Estas sustancias han sido utilizadas durante siglos en contextos rituales y espirituales por diversas culturas alrededor del mundo, y en las últimas décadas han llamado la atención de la ciencia moderna por su potencial terapéutico.
Entre los psicodélicos más estudiados y reconocidos se encuentran el DMT, la psilocibina y la mescalina. Cada una de estas sustancias tiene características únicas en cuanto a su origen, efectos y aplicaciones tradicionales.
El DMT (dimetiltriptamina) es una sustancia psicodélica que se encuentra de forma natural en algunas plantas (como la Psychotria viridis y la Mimosa hostilis) y animales, e incluso en el cuerpo humano. Es conocido por sus efectos intensos y alucinógenos, que suelen ser de corta duración pero muy profundos. El DMT es el principal componente activo de la ayahuasca, una bebida tradicional utilizada en ceremonias espirituales y medicinales por pueblos indígenas de la Amazonía. Puede fumarse, inyectarse o ingerirse oralmente. Cuando se ingiere, tiene que combinarse con un inhibidor de la monoaminooxidasa (IMAO), para que el DMT pueda ser activo por vía oral.
Es una de las sustancias psicodélicas más potentes que existen y provoca una experiencia intensa y breve, a menudo descrita como un “viaje” a otra dimensión. Sus efectos aparecen casi de inmediato, dependiendo de cómo se consuma. Si se fuma o vaporiza, el viaje dura entre 5 y 15 minutos, pero si se ingiere en una bebida como la ayahuasca, los efectos pueden extenderse por varias horas. La experiencia con DMT es profundamente subjetiva y varía según la persona, la dosis y el entorno, pero los efectos más habitualmente descritos son los siguientes:
A nivel físico, el DMT puede aumentar la presión arterial, acelerar el ritmo cardíaco y causar náuseas o vómitos (sobre todo en su forma oral, como en la ayahuasca). También hay personas que pueden tener experiencias aterradoras o confusas, lo que se conoce como un «mal viaje», aunque estos efectos suelen ser temporales.
El DMT no crea dependencia física ni psicológica, ya que el cuerpo lo metaboliza rápidamente y no genera tolerancia como otras sustancias. Aunque algunas personas pueden sentirse atraídas a repetir la experiencia por su impacto emocional o espiritual.
Esta sustancia está presente en hongos psicodélicos como Psilocybe cubensis, la psilocibina se convierte en psilocina en el cuerpo y afecta a los receptores de serotonina en el cerebro. Se trata de un psicodélico que altera la percepción de la realidad, intensifica las emociones y puede generar experiencias profundas a nivel personal o espiritual. Estudios recientes sugieren que puede ser efectiva para tratar la depresión resistente al tratamiento y reducir la ansiedad en pacientes con enfermedades terminales.
Los efectos empiezan unos 30 a 60 minutos después de la ingesta y pueden durar entre 4 y 6 horas, con un descenso gradual. Estas son algunas de las sensaciones que se suelen experimentar:
En algunos casos pueden aparecer efectos negativos, como confusión, miedo, paranoia o el famoso “mal viaje” o “bad trip” asociado a las sustancias psicodélicas. La psilocibina tampoco genera adicción ni dependencia, ya que el cuerpo desarrolla tolerancia rápidamente y su consumo frecuente reduce sus efectos. Sin embargo, su impacto emocional puede llevar a algunas personas a querer repetir la experiencia en busca de más respuestas o introspección.
La mescalina es un compuesto psicodélico natural que se encuentra en ciertos cactus, como el peyote (Lophophora williamsii), el San Pedro (Echinopsis pachanoi) y el peruano (Echinopsis peruviana). Es uno de los alucinógenos más antiguos conocidos por la humanidad y ha sido utilizado durante siglos en rituales espirituales y ceremonias medicinales por pueblos indígenas de América, especialmente en México y la región andina.
Pertenece a la familia de las feniletilaminas, un tipo de compuesto químico que afecta el sistema nervioso central. Se consume tradicionalmente masticando el cactus seco o fresco, o preparándolo en infusiones. También puede extraerse y consumirse en forma de polvo o cápsula. Los efectos pueden durar entre 8 y 12 horas, dependiendo de la dosis y la sensibilidad de la persona.
Los efectos varían según la dosis, el entorno y el estado mental de la persona, pero estos son los más habituales:
Aunque la mayoría de las experiencias con mescalina son positivas, en algunos casos pueden aparecer náuseas, malestar de estómago, confusión, ansiedad o paranoia.
La mescalina no genera dependencia ni síndrome de abstinencia. Su consumo repetido produce tolerancia rápidamente, lo que hace que su efecto disminuya si se usa con frecuencia. En general, la mescalina proporciona una experiencia introspectiva y expansiva, ideal para la exploración personal y la conexión con la naturaleza, siempre que se use en un contexto seguro y con respeto.
El proyecto de ley en Nueva York está siendo impulsado por un grupo de legisladores progresistas, entre ellos la asambleísta Linda Rosenthal y el senador Gustavo Rivera. La propuesta busca despenalizar la posesión y el uso de estas sustancias para adultos mayores de 21 años, además de establecer un marco regulatorio para su uso terapéutico.
Este esfuerzo se alinea con iniciativas similares en otros estados. Por ejemplo, Oregón legalizó el uso terapéutico de la psilocibina en 2020, y Colorado aprobó una medida en 2022 para despenalizar el uso personal de psicodélicos. Incluso hay una Iglesia en Oakland donde se llevan a cabo rituales con psicodélicos. Nueva York podría convertirse en el próximo estado en adoptar un enfoque más progresista hacia estas sustancias.
La propuesta de legalizar el DMT, la psilocibina y la mescalina en Nueva York no surge de manera aislada, sino que está respaldada por una creciente base de evidencia científica y un cambio cultural en la percepción de los psicodélicos.
Estudios clínicos han demostrado que la psilocibina, en particular, puede ser altamente efectiva en casos de depresión resistente al tratamiento convencional. Investigaciones realizadas por la Universidad Johns Hopkins han encontrado que una sola dosis de psilocibina, combinada con terapia psicológica, puede producir mejoras notables y duraderas en pacientes con depresión grave. Además, la psilocibina ha mostrado resultados prometedores en el tratamiento de la ansiedad en pacientes con cáncer terminal, ayudándoles a enfrentar su condición con mayor serenidad.
El DMT, aunque menos estudiado en entornos clínicos, se ha investigado por su capacidad para inducir estados de conciencia profundos que podrían ser útiles en terapias para el TEPT y las adicciones. La mescalina, por su parte, se ha usado en estudios preliminares para tratar la dependencia al alcohol y otros trastornos de salud mental.
Oregón se convirtió en el primer estado en legalizar el uso terapéutico de la psilocibina en 2020, y desde entonces ha establecido un marco regulatorio para su administración en centros autorizados. En Colorado, la despenalización de los psicodélicos en 2022 ha permitido que organizaciones sin fines de lucro y terapeutas capacitados trabajen con estas sustancias en un entorno controlado. Estos ejemplos han demostrado que, con regulaciones adecuadas, los psicodélicos pueden integrarse de manera segura y efectiva en la medicina moderna.
Los impulsores del proyecto de ley en Nueva York argumentan que la despenalización y regulación de estas sustancias podrían reducir el estigma asociado con su uso y permitir que más personas accedan a tratamientos alternativos para condiciones de salud mental. Además, destacan que la prohibición actual ha llevado a un mercado negro peligroso, donde los usuarios no tienen garantías sobre la pureza o seguridad de las sustancias que consumen.
Expertos en salud mental, como el Dr. Rick Doblin, fundador de la organización Multidisciplinary Association for Psychedelic Studies (MAPS), han señalado que los psicodélicos podrían revolucionar la psiquiatría al ofrecer opciones de tratamiento más efectivas y con menos efectos secundarios que los medicamentos tradicionales.
A pesar del entusiasmo de muchos sectores, la propuesta de legalización no está exenta de críticas y preocupaciones.
Uno de los principales argumentos en contra es el riesgo de que estas sustancias se utilicen de manera irresponsable o recreativa, lo que podría llevar a experiencias negativas o incluso peligrosas. Los críticos señalan que, sin una supervisión adecuada, los usuarios podrían arriesgarse a sufrir riesgos como «malos viajes» (experiencias psicodélicas abrumadoras o traumáticas) o exacerbar problemas de salud mental preexistentes.
Algunos sectores de la comunidad médica y política también han expresado preocupación por la falta de un marco regulatorio sólido. Aunque el proyecto de ley propone establecer regulaciones, los detalles sobre cómo se implementarían y supervisarían aún no están claros. Esto ha llevado a preguntas sobre quién estaría autorizado a administrar estas sustancias, cómo se garantizaría la calidad y pureza de los productos, y qué tipo de capacitación se requeriría para los terapeutas.
Grupos conservadores y algunas organizaciones religiosas se oponen a la legalización, argumentando que podría normalizar el uso de drogas y enviar un mensaje equivocado a los jóvenes. También muestran inquietud por el posible impacto social a largo plazo, sugiriendo que podría aumentar el consumo problemático o desviar recursos de otros tratamientos médicos más convencionales.
Para abordar estas preocupaciones, los legisladores han propuesto medidas como la creación de centros autorizados para la administración de psicodélicos, la implementación de programas de educación pública sobre sus riesgos y beneficios, y la limitación de la posesión a cantidades pequeñas para uso personal. Además, se ha sugerido que los usuarios deban someterse a evaluaciones médicas y psicológicas antes de acceder a estas sustancias.
El futuro de esta propuesta depende de varios factores, como el apoyo político, la opinión pública y la capacidad de los legisladores para abordar las preocupaciones de los críticos.
El proyecto de ley se encuentra en las etapas iniciales del proceso legislativo. Debe pasar por comités, recibir votaciones en ambas cámaras (Asamblea y Senado) y, finalmente, ser firmado por la gobernadora Kathy Hochul para convertirse en ley. Este proceso podría llevar meses o incluso años, dependiendo de la prioridad que se le dé al tema.
Aunque el apoyo a los psicodélicos ha crecido en los últimos años, la aprobación no está garantizada. Nueva York es un estado políticamente diverso, y algunos legisladores podrían ser reacios a respaldar una medida que aún genera controversia. Sin embargo, el éxito de iniciativas similares en otros estados y el creciente respaldo de la comunidad científica podrían inclinar la balanza a favor de la propuesta.
Si Nueva York aprueba esta ley, podría convertirse en un modelo para otros estados que estén considerando medidas similares. La despenalización en un estado tan influyente como Nueva York podría acelerar el movimiento nacional hacia la reforma de las políticas sobre psicodélicos, similar a lo que ocurrió con la legalización del cannabis.
Además, la aprobación podría impulsar más investigaciones científicas y atraer inversiones en el desarrollo de terapias basadas en psicodélicos, lo que tendría un impacto significativo en la industria farmacéutica y en la salud pública.
La propuesta de legalizar el DMT, la psilocibina y la mescalina en Nueva York representa un paso audaz hacia la integración de los psicodélicos en la medicina moderna. Con evidencia científica creciente y un enfoque en la regulación responsable, esta iniciativa podría transformar el tratamiento de enfermedades mentales y reducir el estigma asociado con estas sustancias.
¿Estamos presenciando el inicio de una nueva era en la medicina psicodélica? Solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, te invitamos a seguir las actualizaciones sobre este tema en nuestro blog para mantenerte informado.