
Desde 2023 Australia permite el uso de hongos mágicos y MDMA en ciertas terapias médicas. En febrero de 2023, la Therapeutic Goods Administration (TGA) de Australia marcó un precedente histórico al aprobar el uso de psilocibina (el compuesto activo de los hongos alucinógenos) para el tratamiento de la depresión resistente al tratamiento, y de MDMA (conocido como éxtasis) para el trastorno de estrés postraumático (TEPT).Esta decisión convierte a Australia en uno de los primeros países que permite el uso de psicodélicos bajo prescripción controlada.
La TGA, es el principal organismo regulador de medicamentos y dispositivos médicos en Australia, y es reconocida por su rigurosidad y enfoque basado en evidencia. Es el equivalente a la AEMPS española, que depende directamente del Ministerio de Sanidad. La decisión de permitir el uso de psicodélicos con fines médicos se tomó tras muchos años de investigación clínica para demostrar la eficacia y seguridad de estas sustancias en contextos terapéuticos supervisados.
El sistema de salud australiano cuenta con un modelo mixto (público-privado) y un fuerte enfoque en la atención primaria y especializada. Ahora enfrenta el desafío de integrar estas terapias innovadoras. Esta medida representa un cambio de paradigma en la política de drogas y en el abordaje de trastornos mentales complejos, abriendo nuevas posibilidades para pacientes que no han respondido a tratamientos convencionales. Con esta decisión, Australia permite el uso de hongos mágicos con fines terapéuticos, siempre bajo condiciones reguladas.
La decisión de la TGA se basó en una revisión exhaustiva de ensayos clínicos que demostraron resultados prometedores. Por ejemplo, estudios con psilocibina mostraron mejoras muy llamativas en pacientes con depresión resistente, mientras que el MDMA, administrado en sesiones de psicoterapia asistida, redujo síntomas graves de TEPT en múltiples investigaciones. Aquí te explicamos cómo actúan estos psicodélicos en el cerebro.
Para garantizar un uso seguro, la TGA ha establecido una serie de condiciones estrictas:
Además, la producción y suministro de psilocibina y MDMA estarán sujetos a estándares farmacéuticos rigurosos, para asegurar su calidad y trazabilidad. La TGA implementará un sistema de farmacovigilancia para monitorear efectos adversos y ajustar protocolos si es necesario.
Aunque la implementación será gradual, se espera que este marco regulatorio sirva como modelo para otros países que se estén planteando la integración de psicodélicos en sus sistemas de salud. Por eso, no es exagerado decir que Australia permite el uso de psicodélicos en condiciones que podrían marcar tendencia internacional.

Australia permite el uso de psicodélicos, pero este paso valiente para tratar trastornos mentales complejos también abre la puerta a varios retos que deben abordarse con cuidado si se quiere que estas terapias lleguen a funcionar a largo plazo..
A diferencia de los tratamientos tradicionales, las terapias con psicodélicos no son rápidas ni baratas. Cada sesión puede durar entre seis y ocho horas, y requiere un entorno muy controlado, la presencia constante de profesionales especializados y espacios preparados para ello. Todo esto encarece el tratamiento y, como todavía no está cubierto por Medicare (el sistema público de salud), muchas personas no pueden permitírselo.
Además, aunque la normativa ya está en marcha, llevar estas terapias a la práctica no es tan sencillo. Faltan profesionales formados específicamente para este tipo de tratamiento y los pocos centros autorizados están casi todos en las grandes ciudades como Sídney o Melbourne. Esto deja fuera a quienes viven en zonas rurales o remotas, aumentando la desigualdad en el acceso a la salud mental.
Además, para que todo funcione bien, hará falta una colaboración muy estrecha entre diferentes profesionales: psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, médicos… Todos ellos tendrán que diseñar protocolos conjuntos y establecer sistemas de seguimiento que ayuden a evaluar los resultados y detectar posibles efectos secundarios a largo plazo.
Otro reto importante es la formación. Las universidades y los colegios profesionales tienen por delante la tarea de crear programas específicos para formar terapeutas en este campo. No basta con saber de farmacología o psicología: hay que aprender a acompañar a personas en estados de conciencia alterados, siempre dentro de un marco ético muy riguroso.
También hay que tener en cuenta la parte ética. Las experiencias con psicodélicos pueden ser muy intensas y, en algunos casos, remover recuerdos dolorosos. Por eso es fundamental que las personas que se someten a estas terapias entiendan muy bien en qué consisten, qué efectos pueden tener y cuáles son los posibles riesgos. El consentimiento informado no puede ser un mero trámite, tiene que ser un proceso claro y respetuoso.
Y para que estas terapias se mantengan en el tiempo, será esencial generar evidencia sólida sobre su eficacia. Es decir, recopilar datos reales sobre los beneficios clínicos, los costes y el impacto en la calidad de vida de los pacientes. Solo así se podrá defender su inclusión en los programas de financiación pública.
En resumen, lo que está haciendo Australia puede convertirse en un ejemplo para otros países que estén considerando opciones similares. Si logran superar estos retos, podrían sentar las bases de una nueva forma de abordar la salud mental, más humana, más innovadora y más efectiva.

Desde el anuncio histórico de la TGA en 2023, la implementación de terapias con psilocibina y MDMA en Australia ha avanzado de manera gradual, a paso lento, pero seguro. La decisión permitió que psiquiatras especializados pudieran prescribir estas sustancias en entornos clínicos estrictamente regulados, pero su disponibilidad real ha sido más lenta de lo esperado debido a los requisitos de formación y las barreras logísticas.
En la práctica, solo un número limitado de clínicas ha comenzado a ofrecer estos tratamientos, principalmente en centros privados y bajo protocolos muy rigurosos. Uno de los principales obstáculos ha sido la escasez de profesionales capacitados, ya que los psiquiatras deben completar programas de formación específicos antes de poder administrar estas terapias. Además, el alto costo del tratamiento—que por ahora no está cubierto por Medicare—ha limitado el acceso a pacientes con recursos económicos suficientes, algo que genera preocupaciones sobre equidad en el sistema de salud.
Mientras tanto, la investigación en Australia permitirá el uso de hongos mágicos de forma más extendida si los ensayos clínicos siguen siendo prometedores. Ya hay nuevos estudios corroboran la eficacia de la psilocibina y el MDMA en enfermedades como depresión y TEPT. También se estudian sus posibles aplicaciones en otros trastornos, como la ansiedad asociada a enfermedades terminales o el tratamiento de adicciones. Algunos expertos sugieren que, si los resultados continúan siendo prometedores, en los próximos años podrían evaluarse otras sustancias psicodélicas, como la ayahuasca o formulaciones controladas de ketamina, para su inclusión en el esquema terapéutico regulado.
Aunque el marco regulatorio sigue vigente y Australia mantiene su posición pionera en este campo, el proceso de implementación demuestra que la integración de terapias psicodélicas en el sistema de salud requiere tiempo, inversión y ajustes continuos. El camino hacia una una total integración dependerá de la capacidad para superar estos desafíos sin comprometer la seguridad ni la accesibilidad.
Australia se ha convertido en un pionero al regular el uso médico de sustancia psicodélicas como psilocibina y MDMA, mientras que muchos otros países mantienen restricciones. Esta decisión no fue arbitraria, sino el resultado de una combinación de factores científicos, políticos y sociales que difieren de los contextos de otras naciones.
Australia permite el uso de hongos mágicos después de haber invertido mucho en investigación clínica. Estudios como los del Mind Medicine Australia (MMA) y colaboraciones con universidades locales demostraron resultados prometedores en el tratamiento de trastornos mentales complejos. La TGA (el organismo regulador) tomó su decisión basándose en esta evidencia, algo que no todos los países tienen en la misma magnitud.
Países como España o Alemania también investigan estos compuestos, pero sus agencias reguladoras (AEMPS y BfArM, respectivamente) suelen ser más conservadoras y exigen más fases de prueba antes de aprobaciones. Estados Unidos, aunque avanza con la FDA, sigue un proceso más lento, con la psilocibina y el MDMA aún en fase experimental.

Australia permitirá el uso de hongos mágicos en un contexto de necesidad urgente, ya que el país enfrenta una alta prevalencia de depresión resistente y TEPT, especialmente en veteranos de guerra y poblaciones rurales. Los tratamientos convencionales (antidepresivos, terapia cognitiva) no siempre funcionan, lo que ha llevado a buscar alternativas innovadoras.
En otros países con sistemas de salud más fragmentados (como EE.UU.) o con menor acceso a terapias especializadas (como en partes de Latinoamérica), la presión para adoptar estas opciones es menor o está rezagada por burocracia.
La TGA australiana es conocida por su enfoque basado en evidencia, pero también por su capacidad de adaptarse a nuevas terapias cuando los datos son claros. A diferencia de la DEA en EE.UU. (que clasifica estos compuestos como Schedule I, sin uso médico reconocido), Australia optó por una vía regulatoria específica, permitiendo su uso solo en entornos clínicos estrictos.
En la UE, agencias como la EMA (Agencia Europea de Medicamentos) son más centralizadas y lentas en sus decisiones, lo que retrasa aprobaciones. Países como Canadá o Israel han dado permisos especiales, pero no tienen una regulación nacional como Australia.
Australia cuenta con un movimiento organizado (como Mind Medicine Australia) que ha logrado influir en políticas públicas mediante campañas basadas en ciencia. Además, algunos sectores políticos ven esto como una oportunidad para liderar en innovación médica.
En otros lugares, como España o México, aunque hay interés en terapias con psilocibina o ayahuasca, el debate está más enfocado en la despenalización que en su integración médica formal.
Australia tiene una tradición de enfoques progresistas en salud mental (ej.: fue uno de los primeros en adoptar programas de ketamina para depresión). Esto facilita la aceptación de terapias alternativas. En cambio, en países con sistemas más tradicionales (como Japón o Corea del Sur), el estigma hacia los psicodélicos es mayor, y las regulaciones son más restrictivas.
Todo indica que Canadá, EE.UU. y algunos países europeos podrían seguir los pasos de Australia en los próximos años, especialmente si los resultados clínicos siguen siendo positivos. Sin embargo, el ritmo dependerá de como progrese la investigación, las presiones de profesionales y pacientes y los cambios en políticas antidrogas, ya que es necesario cambiar antes el estatus legal de estas sustancias.
La decisión de la TGA marca un antes y un después en la forma de entender y tratar los trastornos mentales más complejos. Que Australia permita el uso de hongos mágicos con fines terapéuticos no es solo una novedad regulatoria, sino una señal clara de que la ciencia, la medicina y la política pueden caminar juntas hacia soluciones más humanas e innovadoras. A pesar de los obstáculos que aún quedan por resolver, este paso abre la puerta a una nueva era en salud mental, donde el estigma da paso a la evidencia, y el sufrimiento encuentra nuevas vías de alivio. Lo que ahora comienza en Australia podría, en un futuro no muy lejano, inspirar cambios similares en muchos otros países.